Las reglas fiscales de la Unión Europea están en revisión después de más de un cuarto de siglo del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, previo al euro, que las estableció (1997), y tras una crisis financiera global, una crisis de deuda soberana europea, una pandemia y una guerra en suelo europeo. Además del tiempo transcurrido y los cambios a lo largo del mismo que los hacen obsoletos, hay que reconocer que la coordinación de políticas fiscales nacionales que acompañaban a una política monetaria única ha sido deficiente pese a los continuos retoques del marco de gobernanza.
En una Unión Monetaria Europea subóptima, debido entre otras razones a la fragmentación fiscal de sus miembros, los justos fiscales pagan por los pecadores. Los déficits públicos excesivos de estos últimos y sus disparados volúmenes de deuda pública aumentan las vulnerabilidades a medio y largo plazo y terminan por generar externalidades negativas o daños colaterales al resto de países poniendo en peligro la convivencia justa en la UE. Y, como apunta el Banco Central Europeo, cualquier dinámica desordenada del mercado de deuda soberana que pueda suponer una grave amenaza para la transmisión de la política monetaria en toda la zona del euro implicaría activar el Instrumento de Protección de la Transmisión para contrarrestarla.