El perceptible cambio climático es un problema de primera magnitud, por la amplitud de su ámbito de afección, la complejidad de la materia energética y las profundas implicaciones de orden económico, tecnológico, jurídico y estratégico.
Es un problema que requiere nuestra atención, que puede ser resuelto. Como en otras ocasiones a lo largo de la historia humana, recursos financieros, nuevas tecnologías e innovación permitirán solventar el problema y, en lo que hoy nos afecta, transitar desde una economía basada en la emisión de CO2 a una economía sin emisiones. Merece la pena insistir en el concepto de transición, que requiere tiempo y adaptación progresiva, en contraposición a la idea de un cambio brusco e inmediato, imposible por la propia magnitud del problema.
La transición energética hacia unas emisiones netas cero de gases de efecto invernadero (GEI) debe contar con objetivos concretos, clara y escuetamente enunciados, que han de ser alcanzados en un plazo suficiente de tiempo. Tiene que respetar el mercado como asignador eficiente de recursos y ser tecnológicamente neutral. Por último, debe concebirse como un esfuerzo colectivo en el que nadie se quede atrás. Consumidores vulnerables y empresas deben ser acompañados por la Administración en un esfuerzo que pudiera ir más allá de sus posibilidades. En el plano regulatorio, requiere una atención continua, ágil, exigente y eficaz.