Javier Vega de Seoane, Presidente del Círculo y Alicia Coronil, Directora de Economía del Círculo, publican este artículo en el diario Expansión en el que subrayan la existencia de una correlación positiva entre la mejora del nivel educativo y el avance del bienestar social, asegurando que la educación de calidad es la mejor forma de garantizar la igualdad de oportunidades.
Una educación que garantice el bienestar
Vivimos tiempos de transformación lo que, unido a las consecuencias de la reciente recesión económica, ha erosionado la confianza de la sociedad en sus líderes políticos, sociales y empresariales. En un mundo cada vez más global, interconectado y en constante cambio, que crece nuevamente de forma sincronizada, se han instalado la incertidumbre, un clima de pesimismo y corrientes que defienden posturas proteccionistas. Sin embargo, la globalización y la digitalización son las dos principales tendencias que lideran un nuevo periodo de progreso social a nivel mundial, que sin duda está produciendo efectos muy positivos, si bien exige atender los costes sociales producidos durante la transición al nuevo modelo.
Desde principios del siglo XIX, el crecimiento económico, impulsado por la Revolución Industrial, ha transformado el mundo en términos de pobreza y educación. En 1820, el 94% de la población mundial, que ascendía a 1.100 millones de habitantes, vivía en circunstancias de extrema pobreza (menos de 2 dólares al día). La situación se ha invertido desde la caída del muro de Berlín, con la mayor apertura económica a nivel global, especialmente en el caso de China, y la aparición continua de nuevas tecnologías. Desde 1990, la población mundial ha crecido un 43% hasta alcanzar los 7.550 millones de habitantes, mientras que 1.100 millones de personas han abandonado la extrema pobreza. Actualmente, un 10,2% de la población mundial vive por debajo de este umbral, frente al 35,3% en 1990, y de mantenerse esta senda podría desaparecer la pobreza extrema en los próximos 20 años. Esta evolución se ha concentrado especialmente en el continente asiático coincidiendo con el desplazamiento progresivo del eje económico mundial hacia Asia-Pacífico. Asimismo, desde 1990, mientras la pobreza extrema mundial se reducía un 60%, la tasa de alfabetización ha aumentado un 14,3%, reflejando que existe una correlación positiva entre la mejora del nivel educativo y el avance del bienestar social.
Estamos en el mejor momento que ha vivido la humanidad; con mucha incertidumbre, pero con enormes oportunidades. Clic para tuitearEstamos pues en el mejor momento que ha vivido la humanidad; con mucha incertidumbre, pero con enormes oportunidades. Aparece un nuevo escenario socioeconómico en el que los países emergentes ganan protagonismo con el desarrollo de sus clases medias, sus ciudades y sus empresas. A su vez, asistimos a una revolución en la que surgen nuevos actores, productos, mercados, tecnologías, modelos de negocio y nuevas formas de acceso al conocimiento que favorecen la universalización de la educación e impactan en la concepción del empleo tradicional.
En este contexto, la UE, que representa un 8% de la población y un 20% del PIB mundial, posee un elemento clave y diferenciador que es el Estado de Bienestar (50% a nivel global), que maximiza el principio de igualdad de oportunidades y una mayor equidad social. Sin embargo, preservar a futuro este pilar requerirá reformular el proyecto europeo y mejorar su posición competitiva para ser un actor protagonista del proceso de globalización y transformación digital.
Al igual que Europa, nuestro país afronta un escenario de elevado endeudamiento y de gasto social creciente debido principalmente, por fortuna, al aumento de la esperanza de vida. Además, debemos reducir el elevado nivel de paro estructural y realizar avances significativos en la competitividad para generar un nuevo periodo de crecimiento y de progreso social. Si bien España es uno de los países de la OCDE con menor desigualdad en la distribución de la riqueza, esto no sucede con la de renta donde la desigualdad ha crecido por la elevada destrucción de empleo durante la crisis, lo que explica la incertidumbre y el pesimismo de los ciudadanos hacia sus expectativas de futuro. Por tanto, es urgente retomar el impulso reformista con una mayor visión a largo plazo y alcanzar nuevos consensos, como se hizo en la transición política. Solo así será posible recuperar la confianza y construir un proyecto común que responda al mundo que viene, generando un periodo de mayor dinamismo y un crecimiento económico más integrador.
La iniciativa emprendedora y un mayor tamaño medio del tejido empresarial serán elementos esenciales para aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo que viene Clic para tuitearJunto a las reformas estructurales, también las empresas deben contribuir e impulsar la mejora de la competitividad de la economía española para que ocupe la posición que le corresponde en términos de PIB mundial. Para ello, deben apostar por el crecimiento a través de la internacionalización, la innovación, la marca, y la formación, atracción y retención del talento. La iniciativa emprendedora y un mayor tamaño medio del tejido empresarial serán elementos esenciales para aprovechar las oportunidades que ofrece el mundo que viene.
Reconstruir la confianza y generar un crecimiento inclusivo exigen actuaciones público-privadas que compartan poner el talento como elemento medular. En esta sociedad del conocimiento marcada por la aparición de nuevos modelos de negocios y perfiles profesionales, será necesario trabajar en ecosistemas y contar con nuevas capacidades y habilidades, incorporando metodologías de aprendizaje como design thinking o project based learning.
Es necesario iniciar el impulso reformista con un Pacto de Estado por la Educación que ponga en valor el esfuerzo, la asunción del riesgo o la pérdida de miedo al fracaso entre otros Clic para tuitearDe ahí, la necesidad de iniciar el impulso reformista con un Pacto de Estado por la Educación que ponga en valor el esfuerzo, la asunción del riesgo, la pérdida de miedo al fracaso, la creatividad, el espíritu emprendedor, el trabajo en equipo y la flexibilidad, entre otros. El talento es hoy más que nunca la fuente de un crecimiento más inclusivo que garantice a futuro la sostenibilidad del Estado de Bienestar. Por tanto, es nuestra obligación diseñar un sistema educativo de calidad que permita a nuestros ciudadanos percibir que forman parte de las oportunidades que ofrece la globalización y la innovación tecnológica.