Fernando González Urbaneja, entrevista en la revista Consejeros a Javier Vega de Seoane, Presidente del Círculo de Empresarios.
«Nos hemos quedado sin proyecto, y así es difícil lograr consensos… Nos hace falta establecer las bases para un proyecto renovado, de mejora para la modernización de España. Mejorar el sistema educativo, impulsar la creación y el crecimiento del tejido empresarial, reducir el peso de la economía sumergida…“ y eso, esbozar un horizonte para España, es lo que intentan hacer los últimos documentos de trabajo del Círculo de Empresarios, 225 socios que celebran este año su 40 Aniversario.
El Círculo ha cumplido 40 años, ¿cómo fue aquel comienzo?
Nacimos el año 1977; la idea original fue de José María López de Letona, que con un grupo de empresarios de la época en un momento en que había que definir cómo debía ser España, entienden que un modelo de libertades era el catalizador positivo de muchos españoles para salir del franquismo y encarar el futuro. Pero desconfiaban de que esa defensa de las libertades se aplicara con la misma pasión al ámbito de la economía. El Círculo nace como centro de pensamiento para defender la libertad en la economía, es decir, la libre empresa y el libre mercado. También, aunque eso se explicitó más adelante, para defender el espíritu emprendedor y la figura del empresario como generador de valor y, por tanto, de riqueza y de empleo.
Trataban también de ser influyentes, de hacer de lobby…
Lo del lobby hay que matizarlo, porque desde el principio el Círculo nace para defender el interés general de España, no el interés de la clase empresarial. Interés general como eje, aunque es obvio que, como todos los socios venimos del mundo de la empresa tenemos un sesgo, vemos las cosas desde el punto de vista del empresario, tenemos un componente ideológico, el del liberalismo. Pero también somos gente muy práctica, lo empírico, lo práctico, tiene un peso muy fuerte. Como la ideología liberal conduce nuestros pensamientos, hay una coherencia en nuestras reflexiones y propuestas, pero como somos gente práctica algo que sea muy bonito desde el punto de vista ideológico, si no funciona, no nos interesa.
¿Cuáles son ahora sus líneas de trabajo?
Básicamente tres vectores: primero, el crecimiento; segundo, la calidad institucional; y tercero, la responsabilidad empresarial. El crecimiento es el vector en el que estamos invirtiendo más recursos. Es evidente que España necesita crecer para resolver sus problemas. Si no crecemos, no generamos empleo y no seremos capaces de obtener los ingresos fiscales para reducir el déficit, para pagar la deuda, pública y privada, y a medio plazo no seremos capaces de sostener el Estado de Bienestar, que es cada vez más caro, ya que somos una sociedad que envejece. Las pensiones van a crecer por bien que lo hagamos y el sistema sanitario será cada vez más caro. Por tanto, hay que crecer. Durante los últimos 60 años el mundo ha crecido siempre (salvo en 2009, cuando sufrimos una recesión global) al 3,7% anual. Ahora, pese a las incertidumbres globales, crecemos al 3,5%.
Una empresa con gente cabreada no funciona, ni un país; lo primero es recuperar la confianza y crear complicidades entre gente con ideas y gente con credibilidad Clic para tuitearCrecer como piedra angular, ¿cómo se crece?
El crecimiento es un vector tan crítico que hemos adoptado el lema: “Círculo de Empresarios: ideas para crecer”. En España podremos crecer siempre que mejoremos nuestra posición competitiva, generar una dinámica que nos lleve a mejorar nuestra posición competitiva en el contexto global. En esto podemos estar todos de acuerdo, la cuestión es cómo hacerlo, cuáles son los deberes, es decir, las reformas estructurales necesarias. Y al llegar a lo concreto empiezan las discrepancias. Nosotros utilizamos una metodología típica de empresarios: analizamos el mercado en cada uno de los parámetros que definen la posición competitiva, utilizamos 32 indicadores, nos comparamos con los mejores y proponemos las reformas, los cambios, para parecernos a ellos. Proponemos reformas que se derivan de nuestra ideología liberal, porque entendemos que, en un mundo de innovación y cambio, la libertad es el mejor camino. Pero con el empirismo de analizar lo que hacen los demás, lo que ha funcionado y lo que no. Siempre adaptándonos a la idiosincrasia local.
¿Cómo concretan esas propuestas?
Nos sirve el Barómetro de los Círculos que elaboramos cada año para identificar y comparar las propuestas de reforma. Tenemos otro proyecto interesante que llamamos La Empresa Mediana Española, dirigido a las empresas medianas. Uno de los problemas estructurales de España es el mix de empresas, demasiadas pequeñas, y pocas medianas y grandes. Cuando lo comparamos con las empresas alemanas, vemos que nuestras grandes y medianas son iguales o mejores. Pero tenemos muchas microempresas con niveles de competitividad bajos, con poca capacidad de innovación, y casi nada de investigación. Tenemos que generar una dinámica para que las empresas pequeñas y medianas ganen dimensión y capacidades, para crecer. Con CRE100DO, un proyecto que promovemos con el ICEX y la Fundación Bankinter, seleccionamos 100 empresas medianas con vocación de crecimiento, pasan por unos talleres dirigidos por directivos con experiencia de crecimiento e internacionalización que ayudan a generar estrategias y prácticas de crecimiento. De la dinámica en común surgen nuevas ideas. Ahora tenemos 70 empresas en el tercer año del programa que crecen al 14%. Analizamos las mejores prácticas y las difundimos a otras empresas para animar al tejido empresarial a crecer. Necesitamos una “clase media” de empresas potente, como la alemana.
Otro vector es la responsabilidad empresarial…
Hemos avanzado bastante en estos años. Presentamos hace poco un estudio que ha dirigido el profesor García Delgado sobre cómo se presenta al empresario en los libros de Bachillerato. Decía Schumpeter que el ser humano es el producto de una madre y un bachillerato, así que hay que ocuparse del bachillerato. Hace 15 años hicimos el mismo trabajo y comparando ambos notamos mejoras. Ahora se habla más de la empresa y poco del empresario, no se le demoniza, aunque se le relega. Se habla de oligarquía, de clase dominante… pero con un sesgo negativo menor que hace 15 años. Se alude poco al empresario, se le ignora como figura dominante en una economía de mercado, pero se habla de la empresa. No se habla del empresario como la persona que invierte, que dedica su vida a un proyecto, que se lo juega, que es responsable, que genera riqueza… eso no se explicita. No se tiene en consideración la figura del empresario, la energía emprendedora, lo que aporta a la sociedad. Hablar de empresa olvidando al empresario es incompleto. Sin la visión y la energía del empresario no hay empresa.
Creemos que el mundo de la empresa puede contribuir a resolver problemas, a un país de más calidad Clic para tuitearY con esos datos, ¿qué proponen? Por un lado, hemos promovido el Premio Reino de España para poner de relieve el ejemplo de personas que dan valor a la idea de empresario, gente que apostó a largo plazo, con una trayectoria brillante de éxito. Además, tratamos de enviar a la sociedad señales que den valor a la responsabilidad empresarial. Participamos en SERES (Sociedad y Empresas Responsables) una fundación que promueve comportamientos responsables. Hay que explicar la función empresarial, divulgarla y también denunciar comportamientos poco edificantes, algo a lo que se ha prestado poca atención.
Y como tercer vector, la calidad institucional.
La calidad institucional nos parece que es un tema crucial; la sociedad civil e instituciones como la nuestra tenemos que preocuparnos y ocuparnos de este tema. No solo por razones de responsabilidad, para que no pase lo que está pasando, también porque existe una correlación, empíricamente demostrada, de que, a más calidad institucional, más competitividad en los países. Si edificas un sistema productivo sobre una base de poca calidad institucional no funcionará. Es evidente que los países más competitivos son aquellos que cuentan con mejores instituciones.
¿Y eso cómo se concreta para el caso español?
Dentro del Barómetro hay muchos indicadores de calidad institucional. Además, hemos iniciado un estudio concreto sobre la calidad institucional en España que hemos encargado a Victor Lapuente, un profesor que ense- ña e investiga en Suecia, que ha trabajado estos temas. Él con un grupo de profesores están analizando sistemáticamente la calidad institucional en España y comparándola con otros países. Hemos incorporado al proyecto a Transparencia Internacional para añadir credibilidad al trabajo. Espero que el documento esté elaborado a principios de año para difundirlo inmediatamente.
Su último documento se refiere al “horizonte 2030” con el lema “Una España mejor para todos”. Un buen deseo y ¿algo más?
Los que vivimos la Transición, que fue una etapa de gran inspiración, sabemos que la “España invertebrada” se vertebró entonces porque tuvimos un proyecto común que era la libertad, la democracia, Europa, modernizar el país, desarrollar el Estado del Bienestar… Todo eso significó un proyecto común y compartido al margen de las ideas de cada uno. Ahora, después del éxito anterior, nos hemos quedado sin proyecto común, sin saber bien hacia dónde ir, y en ese contexto es muy difícil llegar a grandes consensos. La falta de proyecto común nos parece la causa de buena parte de nuestros problemas. Un dato: en el año 1978 el proyecto constitucional obtuvo en Cataluña el más alto nivel de participación y de aprobación. Ahora la emergencia de fenómenos como el populismo o el nacionalismo extremo derivan en buena medida de la ausencia de elementos vertebradores. Con este razonamiento nos planteamos una reflexión acerca de cómo recuperar el proyecto en común. Encargamos a uno de nuestros socios, Ingemar Naeve, que es sueco y español, que conoce muy bien y quiere a España, un proyecto que llamamos “España 2030”, que se propone esbozar qué podríamos hacer para que en el horizonte de 15 años España mejore, para recuperar un proyecto compartido.
Los últimos 60 años el mundo ha crecido –salvo 2009, de recesión global– al 3,7%; hoy está al 3,5% Clic para tuitearLo cual implica una posición optimista y esperanzada…
Podemos citar a Gramsci con su pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad. Por la popa tenemos el exitazo de la Transición y la democracia que debía llevarnos a la autoestima porque si nos ponemos de acuerdo podemos repetir el caso de éxito. Le comento una experiencia personal. La primera compañía que dirigí fue SKF a finales de los 70, una compañía de rodamientos participada por el grupo sueco SKF, el INI y el banco Urquijo. Una compañía industrial con tareas mecánicas, repetitivas. El problema era cómo incentivar a la gente para mejorar la productividad, cómo implicarla. A mí me gusta la pesca submarina y me inspiró el comportamiento de un cardumen de peces, donde cada individuo hace lo que debe porque quiere. Si en una organización humana cada persona hace lo que debe porque quiere, con su energía emocional a favor del proyecto, las cosas irán muy bien. Eso es muy difícil en organizaciones taylordianas, en serie. En mi opinión se requieren tres elementos: un proyecto común que todo el mundo entienda y asuma, que tiene que ser sencillo e inclusivo. Además, que conociendo el proyecto la gente disponga de información para que de manera autónoma tome decisiones en la buena dirección. Tercero, que la gente cuente con la formación debida, incluso la de un nivel superior. Y la experiencia me dice que hace falta un cuarto elemento emocional que podemos llamar afección corporativa, que la gente sienta que ese proyecto es suyo, que tenga confianza. Sin esos cuatro elementos las cosas no funcionan.
Y ese patrón lo aplican a la sociedad española.
Una empresa con la gente cabreada no funciona, y un país con la gente cabreada no funciona. Que haya elementos de inclusión es imprescindible. Un problema de España, y de otros países, es que en una situación tan disruptiva como la actual nos hemos quedado como alelados, sin proyecto y es difícil movilizar a la sociedad, máxime en un clima de desconfianza por casos de corrupción, por desigualdad creciente… la gente desconfía de los líderes, no hay un relato que emocione y que convenza.
Entonces su optimismo se instala en la utopía…
Las utopías tienen un inconveniente, nunca las alcanzas, y una ventaja, te indican la dirección, te dan el rumbo.
¿Dónde estamos?
Lo primero de todo es recuperar la confianza, si la gente no se fía no hay manera de movilizarla. Restablecer la confianza es esencial, para lo cual hay que crear complicidades, gente que tiene ideas con gente que tiene credibilidad. Credibilidad y racionalidad, gestionar las emociones dejando de lado las ideas disparatadas.
Pero no parece que eso vaya a ocurrir esta legislatura…
Partidos que han generado desconfianza, que han perdido credibilidad, tienen difícil proponer un proyecto. Necesitamos una dirección de la que nos fiemos con gente limpia que se comporte como es debido. Necesitamos regeneración. Otro problema es que gente nueva sin experiencia tampoco tiene credibilidad… Pero somos una sociedad capaz cuando nos ponemos a trabajar en común, podemos hacerlo.