
Una de las notas más positivas de estos años de crisis económica ha sido el buen funcionamiento de una parte significativa de nuestro tejido industrial, como lo muestra la evolución de las exportaciones. Por ello, se afirma que, en los momentos actuales, la exportación “soporta” nuestra economía y que la recuperación se sustentará en el mercado exterior.
Asimismo, es creciente la demanda en favor de determinadas reformas que deberían contribuir a recuperar nuestros equilibrios macroeconómicos y a sentar las bases de una economía más competitiva. Unas reformas sobre las que, ya en diversas ocasiones, se han pronunciado Círculo de Empresarios y Círculo de Economía.
Pero, más allá de las ya tan mencionadas y concretas reformas pendientes, en los próximos años deberá abordarse una revisión muy a fondo de nuestro marco económico y, sin duda, una de las conclusiones será la necesidad de una apuesta decidida a favor de nuestro tejido industrial. Desde el ámbito público, otorgando a la actividad productiva la gran prioridad que requiere y merece, creando las condiciones que favorezcan su desarrollo; y también desde el ámbito privado, donde accionistas, directivos y empleados deberán asumir ese compromiso. En definitiva, se trata de hacer realidad, de una vez, el tradicional discurso a favor de la denominada economía productiva, que en los años de bonanza había quedado relegada ante la pujanza de otros ámbitos que han mostrado lo efímero de su virtud.