Entrevista a Manuel Azpilicueta Ferrer, cuarto presidente del Círculo (2000-2004)

Manuel Azpilicueta Socio del Círculo de Empresarios

Manuel Azpilicueta Ferrer

«Nos convirtieron en el Pepito Grillo del liberalismo por ser críticos con la tibieza de las reformas»

Las relaciones entre el Círculo de Empresarios y la CEOE nunca fueron excesivamente buenas, pero a partir del triunfo del PP en 1996 resultaron imposibles. El presidente de la patronal, José María Cuevas, había acordado con el nuevo titular del gobierno, José María Aznar, que el único interlocutor del mundo empresarial serían ellos, a cambio de recibir un apoyo incondicional. Además, el Círculo había adquirido fama de excesivamente liberal tras haber mantenido posiciones muy críticas ante la tibieza de las reformas emprendidas por el gobierno conservador en la legislación laboral y de pensiones y el nepotismo en las privatizaciones poniendo al frente de las empresas privatizadas a sus amigos. De nada sirvieron los elogios que se hicieron desde el Círculo porque se habían cumplido los criterios de convergencia y se había logrado integrarse en el pelotón de cabeza de la Unión Monetaria Europea.

La fama de excesivamente liberales tuvo su momento más álgido cuando invitaron a Margaret Tatcher a una cena poco tiempo después de su salida del gobierno británico. El encuentro resultó un espectáculo en el que la dama de hierro habló sin pelos en la lengua de la revolución conservadora que estaba recorriendo el mundo gracias a las teorías del economista austriaco Hayek y que encontró el respaldo en ella misma y en el ex presidente de EE.UU., Ronald Reagan: «los socialistas salen disparados cuando se han gastado todo el dinero de los contribuyentes… cuando recibo atroces ataques de los sindicatos sé que estoy haciendo las cosas bien».

Manuel Azpilicueta llegó a la presidencia coincidiendo con la segunda Legislatura de Aznar. Si la primera había resultado un éxito, la siguiente etapa resultó decepcionante: «Aznar perdió el rumbo y empezó a hacer cosas sorprendentes como la boda de su hija en El Escorial o la foto de las Azores. Dejó de lado el impulso reformista para dedicarse a la política exterior. Nuestras críticas y sugerencias comenzaron a ser mal recibidas en el Palacio de La Moncloa. Nosotros pensábamos que el gobierno no estaba haciendo lo que había prometido. Eso se visualizó con las televisiones autonómicas; lejos de privatizarlas como había prometido se convirtieron en un derroche, incluida la falta de control del gasto de RTVE. Lo mismo sucedía con la burocracia estatal, que seguía extendiéndose a lo largo y ancho del territorio nacional. Fue en aquella época cuando se pusieron las bases de la burbuja inmobiliaria, que tan cara tuvimos que pagar una década después».

Si los socialistas no aceptaron las críticas, el PP no se quedó atrás. «Nos habíamos convertido en el Pepito Grillo del liberalismo económico y no nos lo perdonaron nunca. Por entonces el culto a la economía de mercado era muy limitado. España era un país de centroizquierda en el que el liberalismo era rechazado por la izquierda y por la derecha.”.

La propuesta de reforma de pensiones transitando del modelo actual de reparto a uno de capitalización que mantuviese una red básica de protección social no fue bien aceptada: «Comprendo que fuimos demasiado agresivos con aquel planteamiento, pero estábamos absolutamente convencidos de que aquello era viable y que era la única manera de evitar lo que está sucediendo ahora. Es decir, elevar la edad de jubilación y hacer un sistema de reparto en el que cada vez hay menos que repartir. Nos habíamos enamorado de aquella idea y la defendimos hasta sus últimas consecuencias».

Fue en ese contexto cuando el Círculo de Empresarios presentó una vez más su propuesta de reforma laboral. «Aznar había hecho una reforma laboral que pretendía ser muy ambiciosa, pero que no había pasado de ser un parche más a los muchos que se habían puesto en el Estatuto de los Trabajadores. La reforma que proponíamos fue muy parecida a la que una década después ha realizado el gobierno de Mariano Rajoy. Proponíamos modificar la negociación colectiva y facilitar que las empresas no estuvieran condenadas a hacer los ajustes vía despidos en lugar de hacerlas pactando rebajas salariales con sus trabajadores como se hacía en el resto de Europa. Rebajar las cotizaciones a la Seguridad Social, utilizar con mayor intensidad los contratos a tiempo parcial y prestar especial atención a los sectores
más castigados por el desempleo como eran las mujeres, los jóvenes y los mayores de 55 años».

“También se abordaba el problema de la maternidad, constatando que las empresas preferían contratar a los hombres para ahorrarse el periodo de baja maternal que contemplaba la Ley. El documento incluyó por error una medida que no se había ni debatido ni aprobado ni autorizada su inclusión. Pese a que inmediatamente se trató de aclarar el malentendido, ello generó tremendas críticas y controversia lo que nos produjo un gran disgusto; a mí personalmente y a la organización”.

Durante la etapa de Azpilicueta se celebró el 25 aniversario del Círculo de Empresarios, que contó con la presidencia del Rey y en la que el emblemático ex gobernador Luis Ángel Rojo dio una conferencia magistral en la que destacó el papel de esta organización, que había sembrado la semilla para un cambio de mentalidad en nuestro país y aunque tardaría tiempo en fructificar había que tener paciencia, porque al final, la economía de mercado era la que había ganado el siglo XX, la economía planificada se había venido abajo con el hundimiento del muro de Berlín, el hundimiento de la URSS y la transformación de China tras aceptar la libre empresa. A pesar de ello, el gobierno Aznar seguía siendo impermeable a las críticas y sugerencias. En aquellos años fructificó el «capitalismo de amiguetes» y se canalizó gran parte del ahorro hacia la construcción, poniendo las bases de lo que sería la burbuja inmobiliaria.

«Entre los documentos que habíamos preparado fue especialmente significativo un análisis sobre las empresas públicas que puso de manifiesto que mientras el Estado privatizaba las grandes empresas -Telefónica, Repsol, Iberia, Indra, Endesa, etc.- por otra parte, las comunidades autónomas y los ayuntamientos estaban creando en aquellos días cerca de 3.000 empresas para centrifugar su déficit.

Aquello era como la tela de Penélope que se tejía por el día y se destejía por la noche. Se trataba de una práctica habitual entre las autonomías de derechas y de izquierdas, dado que el propósito era centrifugar el déficit público. Las empresas se endeudaban con el aval del Estado y han sido las que una década después nos han estallado agravando la crisis financiera. Actualmente hay más de 5.000 empresas públicas propiedad de los entes territoriales. Lógicamente aquel análisis no le gustó a nadie».

Otra de las secuelas de la crisis financiera que se estaba larvando ya en aquellos meses fue el sobredimensionamiento del Estado de Bienestar. El PP había controlado el déficit y el gasto público, pero lo habían hecho gracias al fuerte aumento de ingresos fiscales proveniente del «boom inmobiliario», pero no de la racionalización de los gastos o las administraciones públicas, que seguían creciendo de forma descontrolada. «Nosotros nunca estuvimos en contra del Estado de Bienestar, simplemente decíamos que debíamos ir hacia un estado básico del bienestar que pudiera ser financiable. Si seguía creciendo de forma descontrolada el gasto social en sanidad, pensiones, enseñanza, etc. terminaría asfixiando a la economía productiva y al final acabaríamos con una deuda exterior impagable que llevaría al Estado a la suspensión de pagos. Desgraciadamente eso estuvo a punto de suceder en el verano de 2012. Es ahora cuando aquellas críticas que tan mal fueron recibidas por la sociedad alcanzan
su significado pleno».

El fuerte crecimiento del sector inmobiliario con la construcción de 800.000 viviendas anuales pronto se tradujo en una inmigración descontrolada. En diez años el número de extranjeros residentes se incrementó en más de seis millones. La política de puertas abiertas iniciada por Aznar se intensificó durante el gobierno Zapatero, que decidió legalizarlos produciendo el «efecto llamada». «Fuimos los primeros en hacer un estudio sobre la inmigración. Aquello tuvo una gran repercusión y fue muy bien recibido por los políticos, que nos llamaron para que se lo explicáramos. El estudio mantenía que no podían acudir todos los emigrantes que quisieran sino exclusivamente los que pudiera absorber nuestro sistema productivo. Nuestra propuesta era liberalizar la inmigración legal, de tal manera que vinieran solo los que tuvieran un contrato de trabajo, siendo muy rigurosos a la hora de cerrar las fronteras a la inmigración ilegal. Tampoco nos hicieron caso y eso explica que se creara una burbuja laboral ligada a la financiera, que a su vez estaba vinculada con la inmobiliaria. Cuando estallaron en cadena llegamos al 27 por ciento de paro».

En 2004 Manuel Azpilicueta abandonó la presidencia tras cuatro años marcados por la segunda etapa del gobierno Aznar. Su marcha coincidió con la llegada al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa. En su despedida presentó un informe sobre la ley del suelo con una conclusión: «El exceso de intervencionismo que se concede a las administraciones públicas a la hora de decidir qué suelo es urbanizable es fuente y causa de una corrupción política que de no modificarse podría poner en un brete a todo el sistema democrático». Una vez más el Círculo había puesto el dedo en la llaga.

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Entrevista publicada en el libro Círculo de Empresarios. 35 años de contribución a la sociedad española



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