Entrevista a José Joaquín de Ysasi-Ysasmendi, segundo presidente del Círculo (1984-1992)

Jose Joaquin de Ysasi-Ysamendi

José Joaquín de Ysasi-Ysasmendi (*)

«Conseguimos que los socialistas no gobernasen desde los planteamientos radicales de la izquierda, como había ocurrido en Francia»

Cuando José Joaquin Ysasi-Ysasmendi fue nombrado presidente del Círculo de Empresarios el 26 de marzo de 1984, la derecha política en España estaba prácticamente destruida. La UCD, que había liderado la Transición, saltó por los aires a causa de las luchas internas. Y aunque Leopoldo Calvo Sotelo tomó el relevo, su poder y capacidad de maniobra quedaron muy debilitados tras el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981.

El Círculo de Empresarios, sin embargo, apoyó desde el primer momento al nuevo presidente. «Tenía nuestro mismo lenguaje.Procedía del empresariado. Su mandato sería corto y, según nos dijo, debía aprovecharlo para que su aportación a la historia de España fuera la integración en la OTAN, dado que ese paso nos daría estabilidad y abriría el camino para integrarnos en Europa, que era el objetivo con el que soñábamos varias generaciones».

Alianza Popular, encabezada por Manuel Fraga y apoyada por la CEOE que ya entonces presidía José María Cuevas, no había hecho un cambio generacional apreciable, y, para algunos recordaba demasiado la etapa franquista. En ese panorama el PSOE, encabezado por Felipe González, había obtenido 202 diputados, una mayoría absoluta aplastante y contaba con el respaldo de una gran parte de la sociedad española.

«Ante este escenario en el Círculo nos planteamos adoptar una política pragmática, y no ideológica como, en cierto modo, había hecho la patronal. Lo más importante para nosotros era que los socialistas no gobernasen desde los planteamientos de la izquierda más radical, como habían hecho los socialistas franceses de la mano de François Mitterrand», nos comenta Ysasi-Ysasmendi, que a sus 86 años conserva una gran lucidez. Tal como él nos explica, los dirigentes del Círculo consideraban el triunfo de Felipe González como un cambio generacional más que como una transformación real del capitalismo al socialismo.

«Felipe nos había dicho que el cambio suponía que el país funcionase, y que no venía a nacionalizar nada. Nos insistió hasta la saciedad que nosotros teníamos que ponernos de acuerdo con Miguel Boyer y con Carlos Solchaga, dos ministros técnicos, nada radicalizados. El sentido común nos decía que debíamos atraer al gobierno socialista hacia posiciones más reformistas en lugar de empujarle a los brazos de la izquierda más radical representada por Alfonso Guerra o Nicolás Redondo».

Este pragmatismo del Círculo fue duramente criticado desde la derecha más conservadora, que acusaba a sus socios de aceptar complacientemente la «pasada por la izquierda». La CEOE tampoco entendía esa posición, ya que José María Cuevas y una gran parte de la patronal pensaban que la solución estaba en la creación de una “gran derecha” capaz de hacer frente a los socialistas. También fueron sus socios criticados desde posiciones liberales, que consideraban que el Círculo tendría que apuntarse a la llamada «revolución conservadora» que empezaba a triunfar en el mundo en base a las teorías de Hayek promovida por el gobierno británico de Margaret Tatcher y el estadounidense de Ronald Reagan.

Para los dirigentes del Círculo resultaba absurdo que se les acusara de apoyar a la izquierda, dado que en su mayoría sus miembros eran más bien conservadores. « En general, el empresariado en España había sido franquista, entre otras razones porque no había otra alternativa, mientras que los sindicatos podían exhibir la vitola de antifranquistas y eso les daba una enorme ventaja en el nuevo sistema democrático. No se puede negar que ciertamente el empresario se sentía bastante a gusto con el franquismo, dado que no estaba perseguido, podía trabajar, y se le garantizaban la paz y el orden. Por esta razón los empresarios no apostaron activamente por el cambio de régimen, al contrario de lo que había hecho CC.OO., muy ligada al PCE, o la UGT, que era la correa de transmisión del PSOE. Sin embargo, cuando se muere Franco, la mayor parte de los empresarios tuvimos la convicción de que había que cambiar. No podíamos seguir bajo el caparazón de un régimen que había terminado y que resultaba irrepetible. Nadie, ni el propio Franco, pensó nunca que la dictadura podría subsistir tras su desaparición física, razón por la que había nombrado sucesor
al Rey Juan Carlos, consciente de que gobernaría de modo diferente. De hecho, durante el tiempo que he estado en el Círculo jamás nadie apoyó el retorno al régimen anterior ni, por supuesto participó, directa ni indirectamente en el intento de golpe de Estado».

Para Ysasi-Ysasmendi, y su junta directiva –formada entre otros por Juan Miguel Antoñanzas, Manuel Gómez de Pablos, Manuel Márquez Balín, Manuel Soto, Javier Oraá y Tomás Pascual- lo importante era que España culminara su homologación como país europeo, tomando como referencia el modelo alemán de entonces, basado en desarrollar una economía social de mercado. «Para esta tarea -nos recuerda-, conté con cuatro vicepresidentes de enorme peso en el mundo empresarial, como eran Rafael Del Pino, José María López de Letona, Pedro Ballvé y Juan Entrecanales. Como secretario general tenía a mi compañero de la abogacía del Estado, el eficiente e imaginativo Carlos Cortés, auxiliado por la entusiasta Lucila Gómez Baeza, que a lo largo de los años ha sido de hecho el “alma mater” del Círculo».

«Lo primero que hice cuando llegué a la presidencia fue pedir audiencia a Felipe González. El objetivo era tratar de transmitir desde el principio al Presidente del Gobierno, nuestra concepción de la política económica posible, lejos de cualquier tipo de utopía o dogmatismo. En otoño de 1984 mantuve una larga entrevista personal en La Moncloa con él, que quiso mostrarme su perfil más seductor. Comenzó la reunión ofreciéndome un habano y un gin-tonic y me di cuenta de que me trataba con esa deferencia y simpatía porque nos necesitaba como contrapeso a una CEOE que mantenía posiciones políticas muy duras. Recuerdo que lo primero que me dijo fue que la mayor parte de los ministros socialistas que había elegido para su gobierno eran mucho menos intervencionistas de lo que suponía la patronal.

– Mira Presidente -le respondió Ysasi- no te voy a engañar, nosotros defendemos a ultranza la economía de mercado, la libre empresa y la necesidad de reducir drásticamente el sector público, si queremos conseguir un crecimiento equilibrado que genere inversión y empleo.

– Entiendo vuestros argumentos, y acepto la lógica del mercado. Soy consciente de que para crear empleo primero hay que invertir y para eso tenemos que recuperar la confianza de los inversores. Pero también tenéis que comprender mi punto de vista: llevamos diez años sin crear ni un solo puesto de trabajo;las demandas sociales son muy ambiciosas, porque desde que se implantó la democracia los ciudadanos solo han sufrido ajustes y sacrificios. Por tanto, las presiones que yo recibo de mi propio partido son muy fuertes, y lo mismo me pasa con los sindicatos, que reclaman más gasto social para que el cambio político se note.

– Presidente, nosotros entendemos que no os está resultando fácil gobernar en medio de una crisis económica que ya dura diez años y que vuestra base social quiere menos liberalismo y más prestaciones sociales. Pero si no hay reformas estructurales, no se consigue una mayor flexibilidad laboral y no se controla el gasto público, no se van a poner las bases para un crecimiento sostenible en el tiempo. Incrementar el gasto y los salarios para crear estímulos al crecimiento se va a traducir en más inflación y más deuda pública, lo que supone pan para hoy y hambre para mañana.

– Yo te aseguro que en los próximos años no habrá una mayor expansión del sector público, sino todo lo contrario. Por tanto, os pido que mantengáis el pragmatismo que siempre ha mostrado el Círculo desde su nacimiento, y que nos apoyéis a la hora de afrontar las grandes reformas estructurales a las que tenemos que enfrentarnos como son la reconversión industrial y el saneamiento del sistema financiero. Os aseguro que no habrá ninguna nacionalización, más allá que la que nos hemos visto obligados como la red de alta tensión o la expropiación de Rumasa.

El Círculo de Empresarios se había posicionado radicalmente en contra de la expropiación del grupo de empresas que presidía Ruiz Mateos, por entender que representaba un mal precedente para el mundo de los negocios porque no se habían utilizado los instrumentos jurídicos adecuados. «Más que una expropiación aquello fué una incautación. Nosotros no tratábamos de defender la actuación personal de Ruiz Mateos, cuyas prácticas industriales y financieras a todos nos parecían poco ortodoxas y que poco o nada tenían que ver con las de un auténtico empresario. Pero las cosas se habían hecho mal por el Gobierno socialista, aprobando deprisa y corriendo una ley de expropiación «ad hoc» sin pagar ningún tipo de indemnización. La forma en que se hizo fue un error como ha demostrado el tiempo. Nosotros propugnábamos una “ley marco” que permitiese al Estado intervenir “in extremis” las empresas en los casos en que representaran un riesgo económico para las cuentas públicas. Eso proporcionaría el soporte jurídico necesario para que nadie pudiera decir que la actuación fuera inconstitucional. Aquí pues, fuimos bastante criticos”.

Otro de los desencuentros que mantuvieron los empresarios con el gobierno socialista fue a causa de la Ley de Huelga, que el Círculo reclamaba para acabar con los abusos que se estaban cometiendo por parte de los sindicatos. Ysasi recuerda «una reunión muy dura con los dirigentes sindicales, a los que Claudio Boada con el vozarrón que tenía, reprochó que los piquetes informativos estaban actuando como piquetes violentos que no respetaban el derecho al trabajo de quienes no querían secundar las convocatorias de los paros. Marcelino Camacho le respondió: «Los únicos piquetes violentos que yo conozco son los terribles piquetes de la Guardia Civil». Constatamos que con ese hombre no había nada que hacer».

El «decreto Boyer» de 1985, sumado a las reformas y devaluaciones que se habían realizado, permitieron el milagro y un año después se inició un fuerte crecimiento económico. «Creo que la postura posibilista adoptada por el Círculo, de acuerdo con nuestro apoliticismo liberal, dio muy buen resultado. En una de nuestras conversaciones con Miguel Boyer, nos espetó: «¿qué ministro de la derecha podría haber hecho lo mismo que yo?». Tenía razón, y lo mismo pasaba con la reforma industrial que había hecho Carlos Solchaga. Sin duda el sólido tándem que formaban Miguel Boyer y Carlos Solchaga era preferible a cualquier alternativa dentro del PSOE, e incluso fuera de él. Entre nosotros había química. Eso, sin embargo, les costó a ellos enfrentarse con toda la izquierda, que en alguna ocasión les acusó de ser “rehenes” del Círculo de Empresarios, y a nosotros se nos reprochó estar haciendo el caldo gordo al gobierno socialista en lugar de apoyar a la derecha. Así me lo dijo un día el propio Fraga”.

Otra de las cuestiones en que coincidieron el Círculo y el gobierno de Felipe González fue la firmeza ante la banda terrorista de ETA. Los terroristas en aquellos años habían puesto en jaque al Estado, asesinando a empresarios, militares, policías y políticos. Esa actividad la financiaban con el «impuesto revolucionario» que el gobierno entendía que no había que pagar, aunque no siempre resultara fácil plantar cara a los terroristas. «Como la mayoría de mis compañeros, recibí la carta de extorsión de ETA. En ella me pedían que pagara el impuesto revolucionario, y recuerdo que me decían que pagando tampoco me libraría de «seguir siendo objeto de nuestra acción armada, porque lo que paga es solo una pequeña parte de lo que ha robado al pueblo vasco».

Lo primero que hice con la carta fue ir a ver al director general de la Policía, que me aconsejó articular un plan de seguridad. Desde entonces tuve que ir con escolta, coche blindado y cambiar mis hábitos de vida. La Junta decidió recomendar a los empresarios que no pagaran y no conozco a ningún empresario que cediera a las presiones en Madrid. En el País Vasco sí se pagó, y creo que fue un error. También entiendo que la situación era muy difícil, y no hay que olvidar que hubo un gran número de emprendedores que tuvieron que exiliarse de su tierra y marcharse a vivir a otras provincias para no ceder a las exigencias de los terroristas. Aquellos fueron años difíciles».

La influencia del Círculo como «el lobby de ideas más importante de este país», como lo definió entonces la prensa, se visualizó cuando en octubre de 1987 celebró sus primeros diez años. “En la foto conmemorativa aparecen juntos Enrique Fuentes Quintana, Fernando Abril Martorell, Leopoldo Calvo Sotelo, Miguel Boyer, Carlos Solchaga y Juan Antonio García Díez, conmigo como anfitrión. Yo mismo redacté el pie de foto: “ he aquí los seis artífices del cambio económico que han permitido dar el salto de una España cerrada y proteccionista, a otra abierta, internacionalizada y en creciente competitividad”.

“Y es que sinceramente creo que desde el inicio de la Transición, la política económica ha tenido una razonable continuidad, y eso es lo que explica el llamado “milagro español”. Esas seis personas, desde diferentes posiciones ideológicas, coyunturas distintas y bazas más o menos buenas, han contribuido de forma decisiva a dar el gran
salto adelante de España. Los últimos 35 años, a pesar de la crisis, han representado el periodo de mayor prosperidad y libertad de la Historia de España, y tengo la profunda convicción de que el Círculo, con su pragmatismo, ha tenido algo que ver con todo ello, apoyando un proyecto que inicialmente estuvo concebido por el Rey Juan Carlos».

“Durante aquellos años uno de los elementos que se pusieron de manifiesto fue la falta de preparación económica y el escaso conocimiento empresarial de los parlamentarios, que eran los responsables de elaborar las leyes. Esa fue la razón por la que creamos y pusimos en marcha el Programa Empresas Parlamentarios (PEP), cuya entusiasta impulsora ha sido Lucila Gómez Baeza, y en el que han participado más de 1.000 parlamentarios y eurodiputados de distintos partidos, que han visitado y “hecho curso” en cerca de un centenar de empresas”.

Tras la integración de España en la CEE, en que España se comprometió a cumplir los criterios de convergencia fijados en el Tratado de Maastricht «desde el Círculo apoyamos la iniciativa de Carlos Solchaga para afrontar una especie de segundos pactos de La Moncloa. Se llamó Pacto Social de Progreso, pero no prosperó. Los socialistas habían vuelto a ganar las elecciones de 1990 a un Manuel Fraga que no acababa de conectar con la sociedad. Sin embargo en aquellas elecciones se visualizó un cambio generacional en la derecha con la llegada de un jovencísimo José María Aznar dispuesto a tomar el relevo. «A partir de ese momento nuestra relación con el gobierno socialista comenzó a enfriarse, fundamentalmente a raíz de los casos de corrupción y de financiación ilegal que se habían producido con el “caso Filesa”. Eso nos obligó a marcar distancias. Además, habían surgido enormes discrepancias en torno a al proyecto de ley de huelga, la reforma fiscal y la ley de sociedades anónimas. Sin embargo, en los ocho años previos, el pragmatismo que propugné durante mi mandato hacia el gobierno socialista de Felipe González creo que dio un magnífico resultado, puesto que de algún modo evitamos que gobernasen desde el dogmatismo de la izquierda, que para nosotros era el auténtico riesgo de un socialismo triunfante».

(*) Fallecido el 26 de diciembre de 2020

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Entrevista publicada en el libro Círculo de Empresarios. 35 años de contribución a la sociedad española



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