Emilio J. González, profesor de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Madrid La UE y el FMI recomiendan a España subir el IVA para reducir el déficit público; el BCE, por el contrario, pide un recorte de impuestos para salir de la crisis. ¿Quién tiene razón? Una subida del IVA al final tiene que ser absorbida por las empresas porque el desplome del consumo interno apenas les permite trasladarla a sus precios. De esta forma se produce una caída de los beneficios y, por tanto, de la recaudación por el Impuesto de Sociedades. La caída del beneficio presiona para que las empresas sigan ajustando sus costes, en especial los laborales. Este ajuste se produce por dos vías. Una de ellas es el despido, lo que afecta de forma negativa a la recaudación por cotizaciones sociales.
Además, un parado consume menos, con lo que paga menos IVA; tiene menos renta, con lo que paga menos IRPF, y si no encuentra trabajo puede hacer las maletas y buscar una colocación en otro país, con lo que se pierde un consumidor y un contribuyente. La otra forma es un proceso de reducción de salarios como el que se está produciendo en España, que supone la disminución de las bases imponibles del IRPF y de las cotizaciones sociales, además de menos consumo, con todo lo que ello implica. El resultado final conjunto es una reducción de los ingresos fiscales, porque las subidas de impuestos deprimen más la economía. Una bajada de impuestos, en cambio, produce el efecto contrario porque permite aumentar el consumo y los beneficios empresariales, lo que, en última instancia, acaba por generar más ingresos por IRPF, Sociedades, IVA y cotizaciones sociales. El camino a seguir, por tanto, es el que marca el BCE. Para ello, sin embargo, hay que empezar por recortar el gasto público de forma drástica y eso ya es harina de otro costal.