Un debate insoslayable

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ose_maria_lopez_de_letonaViernes 17 de octubre de 2014

Publicado en el diario Expansión

José María López de Letona y Olarra es Vicepresidente del Círculo de Empresarios

Con enorme repercusión mediática, Mónica de Oriol ha planteado su visión de un problema que afecta a las mujeres trabajadoras. En síntesis, que el exceso de regulación protectora de la mujer en el mercado del trabajo puede producir (en su opinión, produce) el indeseado efecto contrario: previene su contratación. Y lo ha hecho con un ejemplo que hasta el más feroz de sus críticos, debería haber entendido si, previamente, se hubiera tomado la molestia de escuchar los tres minutos mollares de su intervención en lugar del corte de 20 segundos escogido por el medio que lo recogió para obtener un glorioso titular. En cualquier caso su manera de expresarlo fue desafortunada y, de haber escogido mejor sus palabras, no hubiera habido lugar a la horrible interpretación extendida por las redes sociales por la que es imprescindible disculparse.

La legislación ofrece a los trabajadores, hombres y mujeres con hijos menores de doce años, la posibilidad de reducir su jornada completa de trabajo, y su sueldo, entre un octavo y la mitad de la misma, para así poder facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar. Un aspecto importante de esta legislación es que, con el fin de proteger los derechos de estos trabajadores se declara nulo de derecho, sin posibilidad de indemnización, el despido de estas madres o padres una vez han pedido la reducción de la jornada por motivos familiares. Y son fundamentalmente las mujeres las que se acogen a esta situación.

Una de las consecuencias de esta esta legislación es que, según un estudio de los profesores Fernández Kranz y Rodríguez Planas, las mujeres de entre 23 y 45 años sufren una disminución de entre un 15 y un 45 por ciento en la probabilidad de ser contratadas o promocionadas a contratos indefinidos en relación a los hombres de su misma edad. En la medida en que en el estudio prevalezca la rigurosidad razonable atribuible a sus autores, esto es un hecho, no una opinión.

Si en un proceso de selección de personal para un puesto de importancia en la empresa, el responsable del proceso obtiene como candidatos finales a dos personas, hombre y mujer, con idéntica edad, idéntica formación académica, idéntica experiencia, idéntico entusiasmo por la labor ofrecida…¿a favor de quien recaerá la decisión? .

La respuesta es evidente aunque repugne a los adalides de la igualdad. Lo más probable es que la oferta se dirija al hombre porque en caso de error de juicio en la selección, es más fácil prescindir de sus servicios y sustituirle por un candidato más capaz, sufriendo la mujer la injusticia de no ser considerada, precisamente, debido a la supuesta «ventaja» de la protección regulada y diseñada por políticos que en su deseo de conseguir la máxima reputación igualitaria, se han pasado de frenada.

La intención de Mónica de Oriol era poner de manifiesto esta situación y señalar la necesidad de corregirla, para que las mujeres encuentren cada vez menos trabas en su desenvolvimiento profesional hacia puestos de trabajo de responsabilidad. Y lo hace desde su condición de mujer, madre de seis hijos, propietaria y gerente de su propia empresa, consejera de varias otras y presidente del Círculo de Empresarios. Yo y quienes compartimos horas de trabajo con ella somos testigos de las enormes dificultades que tal acumulación de responsabilidades le provoca en su vida personal, así como de su particular sensibilidad hacia las mujeres trabajadoras. Es lamentable que una desafortunada elección en la expresión de sus preocupaciones haya provocado el efecto contrario al perseguido, y me consta que ella lo siente más que nadie.

Pero en la actualidad, las ideas no son relevantes. ¿Para qué tomarnos la molestia de contextualizar una frase si el argumento defendido queda reforzado prescindiendo de la objetividad en el análisis? Lo verdaderamente importante es la oportunidad de demostrar lo políticamente correctos que somos todos crucificando a la persona que se atreve a abordar públicamente el problema en toda su dimensión. Un problema, por cierto, que requiere un debate insoslayable.

Pero en esencia, desvistiendo el argumento de su malhadado ropaje expresivo, subyace el hecho de que, en un número de ocasiones relevantes, el responsable de contratar un trabajador o una trabajadora ponderará el riesgo de emplear en un puesto clave (sobre todo en empresas de pequeño tamaño sin recursos alternativos suficientes) a una persona que tiene la legítima capacidad de acogerse a unas protecciones que la podrían separar de su responsabilidad durante un largo período de tiempo. Y no me estoy refiriendo a los meses que rodean al parto, lactancia y temprana edad del bebé sino a los años, diez u once en que puede entrar en juego la protección prevista en términos de reducción de jornada y seguridad en el empleo, como responsable de persona dependiente, no dejando a la empresa más alternativa que contratar a un empleado adicional.

Con las regulaciones en cualquier ámbito pasa lo mismo que con los impuestos. Son imprescindibles, pero hasta un cierto límite. Por debajo del mismo, resultan inservibles. Y por encima del cual resultan inaplicables por la simple rebelión del sujeto, obteniéndose el resultado contrario al perseguido. ¿Resolvería los problemas de mortalidad en accidentes de tráfico una limitación genérica de velocidad a 30 Kms/hora, incluso en autopista, con pena de cárcel para los infractores? ¿Arreglaríamos el problema del déficit con un IVA del 50% y un tipo marginal máximo en el IRPF del 80%? ¿Terminó con los problemas de alcoholismo la Volstead Act (y 18° Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos) dictando la prohibición de producción, importación, venta, transporte y consumo de alcohol vigente en América desde 1920 hasta 1933? La respuesta es, no. El sujeto regulado estará tentado a rebelarse incumpliendo la norma ante lo excesivo de la misma.

Entonces, ¿a qué viene rasgarse las vestiduras ante una muestra, poco afortunada en su exposición, de puro y simple sentido común?

A que el griterío, la confusión y la falta de reflexión, en ocasiones, y para algunos, resultan rentables.

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