MY TAILOR IS RICH

carmen_posadas

Artículo publicado en La Tercera del diario ABC

Carmen Posadas es escritora

Siempre me ha llamado la atención que pueden decirse verdades como pu­ños, tener toda la razón y, sin embargo, fallar  en transmitir la idea. De igual modo, pueden decirse grandes imbecilidades o comunicar ideas muy poco recomendables, pero, si se acierta con el tono, es posible que uno acabe convirtiéndose en un referente político o social. En tiempos en que más que nunca en la historia y, como decía McLuhan, <<el medio es el mensaje>>, sorprende ver, sin embargo, que a pe­sar de todo sigue vigente aquel viejo dicho francés de que Cest le ton qui fait la chanson (es el tono el que hace la canción). He estado reflexionando estos días atrás sobre esto al ver cómo se incendiaba Twitter y se mesaban los cabellos ciertos medios de comunicación  ante unas afirmaciones  de Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios. No voy a reproducir aquí todas sus declaraciones, puesto que ella se pronunció sobre temas tan dispares como los sindicatos, la patronal, las ventajas y desventajas de la Formación Profesional (FP), las trabas  burocráticas  y  administrativas que sufren las empresas, o la falta de conocimiento de idiomas que existe en España. Pero me gustaría centrarme solo en este último asunto para decir que tal vez no acertó en el tono o en la forma de presentar su idea, pero lo que dijo es tan evidente y certero como lamentable.

En efecto, resulta difícil de comprender loque todas las estadísticas señalan. A saber, que en una escala de 0 a 10 sobre el dominio de idiomas España alcanza apenas un magro 3,054, cuando la media europea es de 6,116. El dato es especialmente llamativo si tenemos en cuenta que el nuestro es un país al que anualmente llegan 60,6 millones de turistas y que el turismo representa nada menos que el 10 por ciento del PIB. Tampoco se comprende que solo muy recientemente y no en todas las comunidades autónomas la enseñanza del inglés empiece a considerarse una prioridad, mientras que en paí­ses como Francia, Finlandia  o Polonia es obligatorio estudiar no una, sino dos lenguas además de la vernácula. Y por último, y para no cansarles con estadísticas, me gustaría apuntar que está estimado que el conocimiento del inglés proporciona en España (no digamos ya en otros países) una prima salarial de cerca de un 10 por ciento.

¿Qué motiva esa falta de interés por los idiomas, esa desidia a la hora de aprender al menos inglés, idioma sin el que no solo es imposible bandearse medianamente bien por el mundo, sino, lo que es casi aún más necesario, navegar con soltura por Internet? A los británicos, que tampoco sienten gran entusiasmo por los idiomas (ellos puntúan otro magro 3,6 en la antes mencionada tabla de conocimiento to), les gusta señalar que los países pequeños que históricamente se han volcado en el comercio, como Holanda o Portugal, tienen una capacidad asombrosa para aprender lenguas, mientras que los que han sido imperio (como ellos, o como nosotros) son especialmente tor­pes o perezosos … o soberbios. Es posible que esa sea la razón histórica, pero de lo que no cabe duda es de que los ingleses juegan con ventaja en este caso. Y es que a pesar de que el español es uno de los tres o cuatro idiomas más hablados en el mundo, nos guste o no la lengua de Shakespeare es en este momento la <<lingua franca>>, y por tanto la llave que más puertas abre. Pero aprender un idioma no solo produce réditos laborales o económicos. Existen otras ventajas menos cuantificables pero igualmen­ te interesantes de las que poco se habla. Está estudiado, por ejemplo, que dominar uno o más idiomas mejora la capacidad de comprensión, las habilidades espaciales, las conexiones neuronales, e incluso -y este es el dato que más me ha divertido- aumenta tam­bién el sex-appeal (sic). Eso por no hablar, naturalmente, de que conocer otras culturas es el mejor antídoto que se conoce contra el papanatismo, la intolerancia y la xenofobia. Parece una boutade, pero es una triste realidad. Aquel que no ha viajado ni se ha sumergido en otras culturas tiene una considerable tendencia a creer que el campanario de su pueblo es el monumento más extraordinario del mundo; las croquetas de su mamá, el plato más delicioso que existe; y la vecinita de enfrente, la mujer más guapa del planeta …

Por todo ello me parece impor­tante que personas como Mó­nica Oriol alcen la voz para decir lo que no es más que un secreto a voces. Que en un mundo global e interconectado como es el nues­tro saber idiomas no puede ni debe ser un lujo al alcance solo de algunos privilegiados. Es, por el contrario, una parte fundamental de la educación de los jóvenes. Y cuando digo educación no me refiero a un mero barniz o tres frases chapurreadas, my tailor is rich, my mother is in the kitchen, con las que uno cree que ya cubre el expediente. Hablo de introducir el inglés, además de en las escuelas, también en la vida diaria de los niños. Todos tendemos a creer que la solución a los problemas que nos afectan depende de otros. De los colegios, del Gobierno, de las instituciones, de la sociedad, del sursumcorda. Sin embargo, ahora, por ejemplo, los medios existentes permiten ver películas en el idioma que uno desee sin gasto alguno. ¿No sería buena idea que los padres aprovecharan la enorme capacidad de los niños para aprender cualquier cosa poniendo en casa La Sirenita o Frozen en inglés? En este como en otros casos, la solución depende también de nosotros. Y es que, como dicen los ingleses, It takes two to tango, but you can always do ballet on your own. (Se necesitan dos para bailar tan­go, pero siempre se puede hacer ballet solo).

Ver artículo – My tailor is rich – Carmen Posadas en La Tercera de ABC. 7 de julio de 2014



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